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Publicado el 19 octubre, 2023

Xavibo: «Estar en Madrid es una inversión para volver a casa»

Por Conejomanso
Xavibo - Mallorca Music Magazine

Desde el EP de cinco temas Chromatic – Si brotara el gris, editado por Warner el 14 de octubre de 2016, han sido 44 sencillos, algunos posteriormente recogidos en los tres álbumes que ha editado: Malfidela (Warner, 2018), El viaje de Trece (junto a El Hombre Viento; Warner 2021) y el recién llegado Papel de burbujas (Warner / Taste the Floor, 2023). Así ha sido la intensa producción musical de Xavier Bofill Pérez, Xavibo (Palma, 1996), porque así se lo ha pedido el cuerpo físico y su mente creativa. Él mismo lo explicita: «Todo lo que siento lo escribo. Ese es el problema».

En clave más rapera los primeros trabajos, ha ido evolucionando a un pop desde ortodoxo hasta ortodoxamente urbano, y sobre todo ha servido para perfilar una personalidad artística cada vez más magnética, tanto para las ventas como, lo más importante, para un número creciente, muy creciente, de público que le sigue. El motivo es la feliz conjunción ansiada por cualquier artista: talento para las canciones y temáticas generadoras de empatía. Y estas últimas son muy concretas, muy reales y muy sencillas de resumir: la puta vida.

Lo pregunto muy a menudo, y contigo es imprescindible: solo hay dos tipos de canciones, las escritas para uno mismo y si el público conecta bienvenido es, y las escritas para terceras personas, con la distancia prudencial o asepsia que cada artista considere. ¿Las tuyas?

Todo lo que siento lo escribo, y si luego me gusta, lo saco. Ese es el problema. Y cuando va a salir es cuando siempre pienso «oye, pensamientos intrusivos, esto igual no le gusta a nadie». No sé separar nada, la vida personal de la canción y de la música. La persona del personaje. Nada. No pongo ninguna barrera en nada de lo que hago. Eso me genera algunas inseguridades. Evidentemente escribo para mí, pero también es obvio que ahora, desde que mi música va mejor y se escucha cada vez más, te influyen más cosas. Ahora surge siempre el «igual esto no se entiende, vamos a cambiarlo un poco». Respetando el concepto, porque es música y también el canal de expresión que yo utilizo. Después la gente conecta porque somos personas y somos muy diferentes, pero al final hay muchas cosas que sentimos de maneras muy parecidas.

Entre la clase académica más estudiosa de la historia de la música parece haber consenso en que la gran mayoría de las canciones fueron escritas por cada artista para sí. Lo apunto porque resulta que solo hay dos tipos de canciones: aquellas que cuentan exactamente lo que cada artista decidió contar, y aquellas en las que se acaba diciendo para sí «tal vez he contado demasiado». ¿Cómo anda el porcentaje en tu caso?

No siempre siento que he contado demasiado. Ha habido personas reales que se han dado por aludidas, personas de mi vida que me han preguntado «qué estás tratando de decirme aquí». Y hostia, claro, es como si se lo estuvieras diciendo frente a otra mucha gente. Siempre me saltan algunas dudas sobre si estoy prostituyendo mi vida a cambio del beneficio que me genera la música, pero al final solo soy una persona que utiliza la música como método de expresión, como diario. Hay quien hace una foto, yo escribo escribo una canción. Al final, ahí quedan mis memorias, mis pensamientos y mis vivencias.

Diría que contar demasiado es una de las metodologías artísticas más habituales en la historia de la música, y lo es porque es una de las más legítimas. Que yo sepa, la primera referencia documentada de un artista afirmando [por carta manuscrita] que en el fondo componía para sí mismo, y que a menudo recibía «reproches» de quien se reconocía en la temática de sus obras es, muy curioso dado el género musical, Mozart.

Pues sí que esto empezó hace tiempo.

Es de suponer que cuando una persona concreta se reconoce en una de tus canciones sin nombrarla directamente lo consideras un triunfo. Un triunfo artístico, quiero decir.

A veces sí. Es verdad que a veces sí quiero que alguien se dé por aludido y quizás no me atrevo a decírselo. Una canción es una buena manera de enviar un mensaje. Es una manera muy bonita. Si luego recibo un mensaje de esa persona, a veces me gusta y otras veces no. Otras veces depende de lo que cuente la canción. Con ‘Todo se va’ o ‘Llorar al revés’ recibí mensajes que me gustaron, y con ‘TOC’, no.

Este hiperactivo con un ligero, solo ligero TOC, celebra sobremanera esa primerísima-primera persona tuya. Me conecta con el artista y sobre todo con la canción. Es un modus operandi de la música también habitual, ergo de los más legítimos: artistas afirmando que se expresan mejor vía canción que no cara a cara.

A mí me pasa. Siento que la persona me entiende mejor.

¿Dónde vives ahora?

En Madrid.

Hace ya un tiempo.

Sí, casi tres años.

¿Aún existe el chaval que salió de Palma o hablo enteramente con un artista, un intelectual, un bohemio y alguien mucho más complejo?

Siempre digo que solo soy una persona que ve la belleza en lo simple y la magia en la normalidad. Y también siempre digo que para mí estar en Madrid es una inversión para volver a casa. Es mi objetivo final. Me despierto cada día pensando en Palma y en Mallorca. Pensar en dónde estaba antes me hace tener un pie en mi pasado y tener perspectiva de hacia dónde voy y quién soy. Me lo pregunto constantemente. Hablo mucho conmigo mismo.

Madrid es la ciudad más acogedora que conozco.

Es una ciudad que me trata muy bien. Pero estoy ahorrando para poder volver a Mallorca y comprarme una casa en el campo donde estar tranquilo con mi familia. También te digo que tengo un padre a quien quiero mucho, pero es muy pesado. Cada vez que sale una entrevista, o saco un álbum, o pasa algo un poco fuera de lo normal, siempre me dice lo que le gusta o lo que no. Es muy insistente. Aunque lo agradezco, porque ya digo que yo también me lo pregunto mucho.

¿A qué se dedica tu padre?

Como muchísima gente en Mallorca, al mundo del turismo.

Todo los días pegándose con la realidad. Con el trabajo diario y además en un sector tan significativo en la isla.

Efectivamente. Toda mi familia es de clase humilde y trabajadora.

¿Tu plan es a cercano, medio término? Y sobre todo: ¿volver para seguir haciendo música?

Sí, pero desde un plano más relajado, más tranquilo, sin tanto de Madrid. Como al principio de todo.

Pues no puede ser lo mismo crear música en Mallorca que en Madrid. Diría que es casi un hecho empírico, científico.

Tiene que serlo. Son opciones diferentes y ahora mismo me hacen falta las dos. Hay días que necesito esa tranquilidad porque me gusta escribir desde un punto más reflexivo y más tranquilo, más de pura existencia. Eso me lo da Mallorca. Y hay días que necesito salir a quemarlo todo y escribir desde un punto más catastrófico. Eso más rápido, más comestible, me lo da Madrid. Ahora mismo me gusta tener esos dos contrastes en mi vida.

Pues ya sabes: cuando quieras eso último, a Malasaña.

Vivo en Malasaña, imagínate…

Y para la otra opción está El Retiro, que es bien grande y además se llama así por algo.

Toda la razón.

Los mallorquines tenemos un vínculo y una querencia natural hacia Catalunya y hacia Barcelona por idioma, por cultura, por la luz del mar, hasta que descubrimos Madrid: aquellas son igualmente fascinantes, pero en la capital, aparte de acogedora, está lo que llaman «la energía de Madrid». ¿La has notado?

Es justo así. Marc [Seguí] y yo decidimos que teníamos que ir a vivir a la Península. Juntos porque en ese momento no podíamos permitirnos vivir solos. Dijimos de ir a Barcelona para seguir haciendo música, conocer productores y artistas, y todo eso. Teníamos la ambición de crecer. Y pasó que fuimos una semana a Madrid a trabajar. Y cambiamos de idea porque notamos todo eso.

Llama la atención, y curiosamente es muy habitual: quien le canta mucho al amor, o al desamor, utiliza muy poco esa palabra. Tú, casi nada.

Porque me parece de lo más obvio. Me gusta ver la belleza de la palabra y no tanto el significado. En la palabra «amor» el significado es precioso, pero la palabra en sí misma no me acaba de gustar tanto. Prefiero utilizar otras. No puedo hacer una canción de amor diciendo «amor», ya te lo he dicho todo.

Xavibo - Mallorca Music Magazine

¿Qué pasa más revisiones, los textos o las melodías?

Escribo constantemente. Todo el día voy apuntando cosas. Y la hora de hacer una canción voy rescatando conceptos de aquí y de allí. Por eso lo releo muchas veces.

Antes, cuando al artista se le ocurría una idea, llamaba a su propia casa para grabarla en el contestador automático. Intuyo que tu móvil está petado de notas de voz y escritas.

Utilizo ambas, pero tengo muchas más escritas que de voz. No escribo vomitando, pero podría dar para un libro.

¿Qué te pasa con el número 13? Eso sí está por todas partes.

Es un número que me recuerda a mi casa y a mi familia. Mis padres viven el número 13, mi perro se llama «Trece»… Hay muchísimos treces. Es como quien lleva el escudo de su equipo siempre puesto. Es una manera de guardarle lealtad y fidelidad a mi equipo, que es mi casa y mi familia.

Intriga mucho saber cómo concibes tu directo. A nivel intuitivo, no creo que sea introspectivo a pesar de la intensidad y densidad de sentimientos que siempre están ahí.

La parte triste o menos divertida de vivir es algo que escribo y expreso, pero el directo es una fiesta de celebración de que eso haya pasado. He hecho la música, la he subido para la gente, le ha gustado, y ahora estamos aquí juntos. Todas nuestras historias, las de gente y la mía, se unen en un mismo punto que para mí es de celebración. Y como tengo muy presente la música, voy con banda completa, con guitarra, batería, bajo, violín y piano. Intentamos llevarlo lo más arriba posible dentro del tipo de música que hago. Que la gente se ponga en perspectiva y llore si quiere, pero también que se vaya sudada y cansada.

¿Has pensado en el feeling, en la conexión con el público, en lo diferente que es actuar para quinientas, mil personas, o para cinco mil? Es comentario habitual: suele ser más frío, o desde luego cuesta más encender a la audiencia.

Todos los pasos de mi carrera están siendo muy naturales. Poco a poco, escalón a escalón. Creo que cuando pase de 500 a 5.000 será algo que no notaré especialmente porque ya habré pasado por los mil, 1.500, 2.000… Pero sí es verdad que en una sala pequeña se siente mucho más. Al final un concierto no es la cantidad de gente sino la sensación que te da. Ha habido conciertos en salas pequeñas donde he sentido que parecía un estadio, y conciertos en festivales que he sentido más frío. Depende de muchos factores. Ahora aquí en Madrid tenemos La Riviera [el próximo 14 de marzo], que son dos mil personas. Una vez que pase, ya lo hablamos lo hablamos otra vez.

Vinculando al chaval mallorquín y al cosmopolita madrileño del que hablábamos antes: es imposible que tus musas sean las mismas. No puede ser que te inspiren las mismas cosas.

Cierto, las musas no son las mismas. Primero porque he tenido muchas relaciones, algunas duraderas. Me he enamorado fuerte unas veces y desenamorado fuerte otras. Soy muy enamoradizo, muy romántico, muy cursi y muy intenso. Muchas situaciones que he ido viviendo me han ido inspirando, y supongo que me quedan otras por vivir.

¿Y a nivel más prosaico, que puede ser tan inspirador como el plano sentimental? Poesía, narrativa, películas, horas concretas del día…

Le veo inspiración a todo. Ya te digo, me paso el día escribiendo frases. Veo una madre jugando con su hijo e igual apunto algo, o al escuchar una conversación en un bar. Mis musas están por todas partes. En las pelis buenas y en las malas, aunque sea solo una frase, algún diálogo o una sola imagen

«Barras tristes» reza tu texto de perfil en Spotify. Nada más. Con tus 27 años se puede haber vivido bastante, independientemente de la velocidad que nos impone este mundo o la que nos autoimponemos. ¿Tienes prisa por tener 37 años? Porque quien cuenta bien con 27 -pongamos tu caso: observador y además con talento para contarlo-, con 37 puede ser un creador fascinante.

¡No! Prefiero no pensarlo porque al final va a hacer que me entren ganas. Estoy bien, escribo mucho, y disfruto mucho escribiendo y observando. Pero también tengo días en que soy un inmaduro. Tengo un espíritu muy joven y con esta edad es algo genial, pero tal vez con 37, si sigo así, me encontraré un poco desubicado. No lo sé, tal vez no. Ya veremos.

Esperemos que tu intuición actual al menos te indique que seguirás haciendo música.

Sí, independientemente de que vaya bien o mal. Es como si lo llevara en mi código genético. No puedo salir de ahí. Es un impulso natural.

¿Le has explicado ya al público madrileño lo que es, lo que significa y lo inspirador que puede ser «anar a la mar a fer un capfico»?

Hablo muchísimo del mar. Es el icono más representativo de la isla, al menos para mí. Estar en el mar es estar en casa. Aunque no sea en Mallorca: tenemos concierto en Valencia, me asomo al mar y me digo «hostia, este mar está también en Mallorca». Tengo ese sentimiento de casa muy fuerte. Y con ir a la playa, bucear… Algún coleguita ha venido a Mallorca y le he dicho «vamos a hacer un capfico».

Por todo eso lo decía.

Nos vemos por ahí cuando vaya a Mallorca y a la mar.

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Publicado por:

Víctor Manuel Conejo Manso - Mallorca Music Magazine

Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.

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